La Comuna/ Por José Ángel Solorio Martínez
La medida de la presidente electa, Claudia Sheinbaum Pardo, de crear la Secretaría de Ciencia y Tecnología, con seguridad, impactará en la producción de conocimiento nuevo en las universidades del país y en la calidad de la Educación superior de la nación.
El primer paso en ese rubro ya lo hizo el presidentre, Andrés Manuel López Obrador: acabar con la red de recompensas a los menos necesitados desde el Conacyt y atacar el tejido de inmorales manejos del presupuesto para subencionar al supuesto avance científico aplicado en las empresas. Ya se nos informó de fondos millonarios entregados a una fábrica que utilizó dinero de esa institución para profundizar en el uso del color blanco en algunos coches que fabricaban.
(De ese nivel, eran las decisiones que los funcionarios neoliberales tomaban al frente de esa dependencia. Y de ese nivel, era la ética empresarial de centenares de beneficiarios del Conacyt y otras entidades de similares funciones).
La propuesta de Sheinbaum Pardo, es una bola ensalivada para las élites del conocimiento que por décadas medraron con becas, viajes, publicación de libros y otras canongías; buena parte de los miembros de esas mafias, generaron productos cognoscitivos de precaria calidad o de mediocre manufactura.
(De haber operado con estándares de calidad aceptables, fueramos el país vanguardia en la generación de conocimiento a nivel global).
También, es un gambito para las universidades privadas, que con puras recomendaciones accedían a fondos públicos para indagaciones científicas que nunca aportaron algo relevante a la ciencia o a la tecnología del país.
Charlando con un ex funcionario del Cotacyt (Consejo de Tamaulipas de Ciencia y Tecnología de Tamaulipas) me hizo una reveladora confesión: los empresarios tamaulipecos, recibían la oferta de esa institución, para cubrir el sueldo de investigadores nacionales o extranjeros, con doctorado –¡por dos años!– para mejorar sus procesos productivos; asombrémonos: sólo una factoría, aceptó contratar a un personaje con doctorado. Centenares de empresarios rechazaron la oferta.
Es de esperarse, que la nueva Secretaría, recompense a universidades y factorías que realmentre produzcan aportes relevantes y pertinentes en el mundo de la Ciencia y la Ciencia aplicada.
En corto: las universidades públicas mexicanas –que entregan más del 85 por ciento del conocimiento nacional nuevo cuño– sigan en esa dinámica; y lo mismo: las universidades privadas, que apenas aportan un magro 10 por ciento –o menos– del conocimiento del país, continuen en esa tendencia.
De otra forna: con la Secretaría de Ciencia y Tecnología, se galvanizará la universidad pública e incitará a la universidad privada, a mejorar sus investigaciones en los renglones científico y tecnológico.
El proyecto del Segundo Piso de la IV T, llegará con paso acelerado. Si la dependencia de nueva creación, se mete de lleno a sus tareas, habrá un vuelco para bien en el sistema educativo mexicano.
Sería una buena medida, la creación de un comité de evaluación de esa Secretaría.
Los mexicanos, tenemos derecho a saber, de qué tanta calidad son los productos de las indagaciones científicas en universidades y escuelas de nivel superior, realizadas con fondos de todos los mexicanos.
Existen universidades, que tienen años de no publicar trabajos de interés científico y tecnológico.
Y hay miles de becarios, que no han publicado ni una cuartilla de sus sesudas reflexiones en décadas.
Acabar con la simulación en el mundillo de los investigadores –SNI, o no SNI–, sería el primer paso para mejorar nuestra investigación científica y desarrollar nuestro sistema educativo.
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