Por Brenda Ramos
En Tamaulipas, la opacidad y las auditorías simuladas se habían vuelto algo cotidiano. Durante años, los ciudadanos se acostumbraron a escuchar sobre las “auditorías de chocolate”, esas revisiones superficiales que no aportaban claridad ni soluciones. Eran más una farsa que una herramienta de control. Sin embargo, parece que el gobierno actual está decidido a cambiar esta situación, prometiendo una nueva era de rendición de cuentas.
Francisco Noriega Orozco, el nuevo Auditor Superior del Estado, fue directo y sin rodeos en un reciente encuentro con alcaldes y alcaldesas. Con una firmeza inusual, calificó las auditorías anteriores como meros shows sin fondo, una actuación para quedar bien sin resolver nada. “Se acabaron las auditorías de chocolate”, afirmó Noriega, dejando claro que ahora el escrutinio será serio y profundo. Los ayuntamientos, según sus palabras, están bajo la lupa, y aquellos que no cumplan con la ley tendrán que enfrentar las consecuencias.
Este anuncio tiene un peso considerable, especialmente en un estado como Tamaulipas, donde las administraciones pasadas han sido conocidas por la falta de transparencia. Las auditorías superficiales permitieron que los recursos públicos se manejaran de manera irregular sin que hubiera responsables. Ahora, con la promesa de auditorías más rigurosas, la ciudadanía espera que los resultados sean diferentes.
La contralora estatal también dejó su huella en este evento, insistiendo en que cada peso gastado por los gobiernos municipales debe estar completamente justificado. No solo en términos técnicos, sino desde una perspectiva ética y moral. Para ella, la rendición de cuentas no es solo cuadrar números; es asegurar que la confianza de los ciudadanos en sus instituciones esté bien fundamentada.
Además, la contralora hizo un llamado a los municipios para que adopten Códigos de Ética que guíen la conducta de sus servidores públicos. Esto, es un mensaje claro: los tiempos de la deshonestidad en el servicio público están llegando a su fin y estos códigos podrían ser el primer paso para construir una administración más centrada en el bienestar de las personas, no en intereses particulares.
Sin embargo, el desafío es grande. Las auditorías más estrictas y los códigos de ética son solo el inicio. El verdadero reto será ver si quienes violen la ley serán sancionados adecuadamente, pues sin castigos ejemplares, todas estas promesas se desvanecerán.
Los ediles están advertidos, porque ya no se van a aceptar ni mucho menos a creer esos cuentos de “perseguidos políticos” cuando se les llame a ajustar las cuentas que no les cuadren a los auditores.
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