27 de noviembre de 2024

Al Vuelo/ Por Pegaso

Trans

¡Juar, juar, juar! He visto cosas estúpidas en la red, como retos virales, terraplanistas, cazafantasmas, Jaime Maussán y miles, miles de situaciones que me hacen tener la completa seguridad que como especie, estamos involucionando.

Resulta que a una tik toker (¿así se dice?) que asegura ser una cebra, la corrieron de su departamento por falta de pago, así que no lo pensó dos veces y se dirigió a un refugio de animales, con dos rayitas negras pintadas en los cachetes.

Pidió que le dieran asilo, ya que ella es una cebra transespecie.

Como los encargados consideraron que se trataba de una broma, le dijeron que no la podían aceptar porque los demás animales podrían asustarse, ya que habían sufrido agresiones por parte de los seres humanos.

Ella insistió: “¡Pero yo no soy un ser humano, soy una cebra! Miren mis rayitas”.

Como consecuencia del rechazo, se quejó ante medios de comunicación de “actitud especista” por parte de los encargados del refugio.

“Soy una cebra. Las personas transespecie seguimos luchando para conseguir nuestros derechos en pleno siglo XXI, nuestra identidad no es un debate”,-dijo a los medios.

¡Ta, ta, ta, ta, taaaa!-como decía el profesor Jirafales, cada que El Chavo, Quico y La Chilindrina lo sacaban de sus casillas.

Pero por increíble. bizarro y estrambótico que parezca, no es un caso único. Hay individuos que mutilan su rostro y su cuerpo para parecer caballos, perros, gatos o cualquier otra especie animal.

SDP Noticias, en un artículo publicado el 6 de mayo de este año, señala que hay individuos transespecie que han llegado a sentirse tan incómodos con su condición de seres humanos, que han renunciado a sus derechos como personas para buscar amparo con los derecho de protección animal.

Como el tipo aquel que se cree un dálmata. Su esposa está de acuerdo con su decisión y lo saca a pasear todas las tardes con su correa para que haga popó en el parque.

Este no es un fenómeno nuevo. Hace más de 500 años, los aztecas tenían “caballeros tigre” y “caballeros águila” que sentían que realmente eran esos animales, y mostraban su ferocidad en el combate.

Todavía, en la actualidad, hay tribus de Tailandia donde las mujeres se alargan artificialmente el cuello para parecer jirafas, y así se les conoce en el mundo: “Mujeres jirafa”, aunque ellas jamás haya visto una en su vida a tal cuadrúpedo.

Del fenómeno moderno de los transespecie, hay que recordar que todo empezó con la idea del cambio de género.

A los transgénero no hay que confundirlos con los travestis, porque los primeros se han hecho la operación jarocha y los segundos son mujeres marcianas, sin chiches y con macana, como los define La Chupitos.

Hay una película llamada La Vida de Brian (muy recomendable), dirigida por la compañía inglesa Monty Python, ambientada en la época de Jesús de Nazareth, donde unos personajes del Frente de Liberación Judaica discuten sus planes para derrocar al imperio romano.

Uno de ellos dice que quiere ser mujer, y los demás le replican que no puede parir, entonces, el primero se pone a llorar, porque están vulnerando su derecho a parir o no parir.

A absurdos como esos me refiero cuando digo que estamos yendo como los cangrejos: para atrás.

Yo defiendo el derecho de cada quien para que haga de su vida un papalote.

Si un hombre quiere ser mujer, o si una mujer quiere ser hombre, ¡adelante!

Si un individuo quiere ser elefante, rinoceronte o hipopótamo, yo no me opongo.

Lo que no alcanzo a comprender es el proceso por el cual el cerebro de algunos individuos llega a la conclusión de que no pertenece a un sexo determinado o a la especie humana y empiezan a mutilarse porque no se sienten bien con su cuerpo.

Eso me recuerda un chistorete que dice más o menos así: Llega un tipo con el psicólogo, acompañado por su esposa.

El especialista los pasa a consulta y empieza a preguntar al paciente: “Y bien, caballero. Dígame, ¿qué mal lo aqueja?”

A lo que el individuo dice: “Mire, doctor. Lo que pasa es que de un tiempo a la fecha me siento caballo. Solo como alfalfa, relincho, duermo en un establo y corro como un caballo.

-¡Mmmhhhh!-dice el galeno, tusándose el bigote. Su caso no es muy grave. Hay otros que se sienten cebras o dálmatas. Mire, tómese este medicamento y pronto dejará de sentirse caballo.

En eso interviene la ñora: ¡Cómo! ¿Ahora que está a punto de ganar el Derby de Kentucky? ¿No puede darle mejor una pastilla para que corra más rápido?

Sigo pensando que los transgénero y transespecie están más locos que una cabra, pero tienen el derecho inalienable de pensar y hacer lo que se les dé la gana, siempre y cuando no afecten a terceros.

Terceros que, por supuesto, también tenemos todo el derecho de pitorrearnos de ellos. ¡Juar, juar, juar, juar!

Lo bueno es que yo soy un Pegaso normal y ya me voy volando a mi búnker a lavar mis alitas.

Viene el refrán estilo Pegaso: “¿Posees una personalidad o te asemejas?” (¿Eres o te pareces?)