Por Pegaso
De las cosas más estúpidas y bizarras que he leído en las redes sociales nos llega esta magnífica imagen: El Alcalde de San Pedro Huamelula, Oaxaca ¡se casó con un cocodrilo!
¡Hágame usted el regrandísimo favor!
Si bien fue algo simbólico, respetando una de las tradiciones de la población aborigen de esa zona, lo cierto es que ahora ya cualquiera podrá desposar, por ejemplo, a una víbora de cascabel, a una ballena azul, a una lombriz de agua puerca o al virus del COVID.
Solo basta tomar un camión que nos lleve hasta ese pintoresco pueblecito, situado en medio de la serranía, pedir permiso a los representantes de las etnias huave y chontal, llevar nuestro ejemplar vestido de novia, con velo y todo, para después plantarle un beso de lengüita en el hocico, o lo que tenga por boca.
Yo ya estoy suficientemente convencido de que el Ser Humano está involucionando. Va para atrás, como los cangrejos.
Se supone que el Internet, las redes sociales y todos los avances tecnológicos nos ayudarían a conseguir el sueño de Nietsche, de llegar a ser super hombres, pero veo que vamos en sentido contrario.
¿Cuándo se había visto una boda entre una persona y un animal? Digo, ¿en qué cabeza cabe?
He sabido de bodas entre correteables chamaconas de 25 años con viejos carcamales podridos en billetes, ¿pero esto?¿No es una ofensa al intelecto?
Vean, lean y juzguen: El Alcalde de San Pedro Huamelula, Oaxaca, Víctor Hugo Sosa, participó de una tradición que data de más de 230 años.
La “boda” del alcalde en turno con un reptil, en este caso, un ejemplar de cocodrilo hembra, se origina en una disputa entre las etnias huave y chontal, misma que se zanjó cuando el príncipe de un bando se casó con la princesa del otro. La princesa se llamaba Alicia Rubí.
El munícipe encarna al príncipe chontal y el lagarto a la princesa huave.
Contraer nupcias con el saurio también simboliza el compromiso del Hombre con la Naturaleza y garantiza que traerá buenos frutos para los habitantes de la zona durante ese año.
La crónica periodística que relata la ceremonia no abunda sobre qué fue lo que pasó después del casorio.
Pero hagamos un esfuerzo e imaginemos cuál fue el desenlace: Los novios se van a su nidito de amor a consumar su unión marital.
Él empieza a quitarle las prendas, el velo, el vestido, las ligas en las piernas y el vaporoso negligé.
Por último, le quita las ataduras del hocico y ¡oh! sorpresa: El asustado y encabronado animal le lanza un aterrador mordisco al apasionado galán, que apenas le estaba acercando la trompita para darle su primer beso de amor.
Acto seguido, el cocodrilo aprieta con fuerza la nariz del tipo y no la suelta, sino que empieza a girar y a girar, hasta que se la arranca.
Momentos después, ya tirado en el suelo, el Alcalde de Huamelula recibe un fuerte coletazo que lo arroja contra una cómoda.
Resultado: Pide el divorcio inmediatamente, y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
¿Ya ven como es una insensatez? Ahora imagínense qué ocurriría con una boa constrictora, un tiburón blanco, un tigre de Bengala y un oso grizzli.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Ripley: “A pesar de que usted se abstenga de darle crédito”. (Aunque usted no lo crea).
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