Por Pegaso
¡Ja, ja, jaaaaa! Le fue como en feria al mozalbete mamón de Samuel García, Gobernador de Nuevo León por la ocurrencia de querer meter a la cárcel a los que se atrevan a ofenderlo.
Creyó el imberbe barbaján que, habiendo llegado al poder gracias a las redes sociales y a que su vieja es una sexy influencer, todo mundo le iba a festejar su chistecito.
Pero nadie le aplaudió. Poco después de que presentó la iniciativa en el Congreso para hacer valer su facultad de entambar a quien le recordara a su mamacita o se le quedara mirando feo, la raza mahuacatera subió a las mismas redes sociales que tanto ama el buen Sammy, una serie de “memes” a cual más de jocoso, donde se le califica de dictador y lo comparan con el presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, con Maximiliano, Napoleón, Calígula y Hitler.
Samuel es muy joven. Apenas 34 años. Creo que es el gobernador más joven que ha tenido Nuevo León. Es fiel representante de la generación conocida como Milennials, quienes creen que nada de lo que está fuera de las redes sociales tiene existencia real.
Andaba volando en las nubes, como Cornelio Reyna, porque creyó ser una especie de dios, pero el madrazo que se puso al caer fue de antología.
Cornelio cayó entre los brazos de una hermosa criatura, pero Samy aterrizó de nalgas en una nopalera.
El gober precioso de Nuevo León acababa de pasar una prueba de fuego con la detención de “El Bronco”, su antecesor en el gobierno de esa entidad.
Pero lo que ocurrió fue que “El Bronco” se había ganado el odio de los regios en los últimos cuatro años de su mandato y hasta celebraron que haya caído en la cárcel por haber desviado recursos a su campaña política.
Cuando se le ocurrió decir que iba a mandar por 36 horas a quien osara sacarle la lengua, ahí fue donde la puerca torció el rabo, porque el único consuelo que tiene el populacho es poder desahogarse enviándole un recordatorio maternal a sus gobernantes.
Para consuelo de Sammy, debo decir que esa inveterada costumbre de los mexicanos no es de ahora, ni hacia su persona, sino que forma parte de una arraigada tradición que inició allá, en la época precolombina.
Lo vivieron respectivamente los emperadores aztecas Acamapichtli (1376-1395), Huitzilihuitl (1395-1417), Chimalpopoca (1417-1427), Itzcóatl (1427-1440), Moctezuma Iluicamina (1440-1469), Axayácatl (1469-1481), Tízoc (1481-1486), Ahuizotl (1486-1502), Moctezuma Xocoyotzin (1502-1520), Cuitláhuac (150) y Cuauhtémoc (1520-1521).
De esa manera, no debe encabronarse el gobernador neoleonés si en las redes sociales o en la misma calle, alguien le enseña la mano derecha con los dedos doblados, a excepción del cordial, o si le dicen que tiene cara de pedo, o si lo califican de “ñúñor” mamón.
Las redes sociales son una bendición, pero pueden ser un cadillo entre los glúteos; te pueden elevar, pero también se pueden voltear contra ti.
El secreto es mantener el delicado equilibrio entre lo que resulta “chido” para el infeliciaje y lo que deseas transmitir.
Recordar que no es lo mismo ser candidato que ser gobernante. No es lo mismo echar cacayacas desde una cómoda posición de ciudadano, amparado por una capa de popularidad, que convertirte en negro de feria una vez que llegas al poder.
Había un tipo que deseaba mentarle la mamá a otro, pero no sabía cómo hacerlo. Después de exprimirse los sesos fue hasta donde estaba el otro y le entregó dos billetes de lotería.
Este, al ver aquel inusual regalo, le preguntó qué significaba aquello. Entonces, el botarate procedió a explicarle: “Mira. Compré tres boletos de lotería. Uno es para ti, otro para tu mamá y el tercero me lo quedo yo”.
-Hombre, muchas gracias,-contestó el aludido. ¡Qué buen amigo eres!
-Sí, claro,-respondió el primero. Así, si nos sacamos el premio mayor, chingo yo, chingas tú y chinga tu madre, ja, ja, jaaaaa. Y se fue corriendo calle abajo, sobándose la barriga de la risa.
Cuando vaya a Monterrey, no me olvidaré de comprar tres cachitos de lotería para ir al Palacio de Gobierno y entregarle dos al Samy.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Cornelio Reyna: “Me precipité del cumulonimbus en el cual permanecía”. (Me caí de la nube en que andaba).
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