Gato
Ya no quiero hablar de lo que pasó en el Congreso de Tamaulipas. La infamia se consumó. Hubo muchísimos billetes de por medio y los traidores cumplieron con la orden emitida desde Palacio de Gobierno.
Mejor vamos a narrar una ilustrativa fábula que se incluye en el libro Las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene.
Venga, pues.
Había en un palacio un gato y un mono que vivían regaladamente. Se la pasaban todo el día echados frente al fuego, sin hacer nada más que divertir a su dueño.
El mono hacía vistosas y simpáticas cabriolas, mientras que el gato ronroneaba para relajar a su amo.
En cierta ocasión, estando solos, vieron sobre una mesa un recipiente lleno de castañas.
El mono le dijo al gato: Mira la cantidad de deliciosas castañas que están en esa mesa. Tomémoslas y echémoslas al fuego. En cuanto se abran, me las pasas y las junto para después comérnoslas entre los dos.
Así lo hicieron.
El macaco tiraba una castaña a las brazas y el minino las sacaba con sus manos, sufriendo las quemaduras provocadas por las cáscaras calientes.
Mientras tanto, el avispado mono las tomaba ya peladas y luego se las comía, sin que el gato se diera cuenta.
La técnica se llama “la mano de gato”. Hay que hacer que otros hagan el trabajo pesado, mientras nosotros disfrutamos de los resultados.
Ya sé que dije que no quería hablar de lo que pasó en el Congreso, pero para mí que los diputados chapulines de MORENA hicieron el papel del gato.
Claro. Se llevaron una buena lana, pero a final de cuentas hicieron el trabajo sucio del Gobernador.
Era cuestión de tiempo para que les llegaran al precio.
Quiero terminar estas sesudas elucubraciones con el refrán estilo Pegaso: “Simio añoso está imposibilitado para asimilar novedosa cabriola”. (Chango viejo, no aprende maroma nueva).
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