Borrachos
El que vino a este mundo, vino a tomar vino. Si no, ¿a qué vino?
Sirva este simpatiquísimo aforismo como introducción para la presente tesis doctoral sobre el tema de los borrachos.
Para empezar, quien cuenta chistes de borrachos generalmente sabe de lo que está hablando, y cuando alguien se quiere pitorrear de los beodos contando tallas, podemos pensar con toda seguridad que estamos ante un verdadero alcohólico.
Tenemos también que los borrachines son bien sincerotes. Cuando andan bien pedales, se juntan en pares y se ponen a decirse sus confidencias, que generalmente son malquerencias de mujeres.
El uno le cuenta al otro sus cuitas y este busca consolarlo abrazándole y hablándole cerquita de la jeta, como si quisieran besarse.
Un buen borracho siempre busca pretextos para el chupe. Si gana su equipo, ¡a brindar! Si pierde, ¡pues a tomar para ahogar la pena! Si lo deja su vieja, lo primero que busca es el pomo, y si se saca la lotería, compra un chingo de bebidas embriagantes para celebrar con la raza.
Borrachos hay que se quedan tirados en la banqueta o, si traen carro, se duermen al volante y se estampan contra algún poste.
Eso me recuerda que en cierta ocasión salió un borrachín de la cantina, ya entrada la mañana.
Iba haciendo eses por la banqueta, hasta que vio un poste y lo abrazó con fuerza y empezó a decir con voz estropajosa: “¿Lo suelto o no lo suelto?”
Y así siguió diciendo, hasta que se juntó una bola de gente a su alrededor, curiosos por la escena que estaba dando el botarate.
-¿Lo sueldo o no lo suelto?-repetía.
Hasta que uno de los transeúntes le respondió: “¡Sí, que lo suelte!¡Que lo suelte!”
Pronto la gente empezó a corear: “¡Que lo suelte, que lo suelte, que lo suelte!”
Y el borracho: “¡No, no lo voy a soltar!”
Y la gente: “¡Que lo suelte, que lo suelte!”
Ya después de mucho insistir, dijo el alcoholizado sujeto: “Bueno, a petición de todo este bello público, lo voy a soltar: ¡Prrrrrrrrrrrrr!”
Analizando la narrativa ad supra, yo sospecho que lo que el borrachito quería soltar era una flatulancia y no el poste.
Otro adorador de Baco entra a Alcohólicos Anónimos y el encargado le pregunta:
-¿Vino solo?
Y el zoquete responde: “No, con hielo, por favor”.
¿Alguien de mis tres o cuatro lectores sabe decirme la diferencia entre un borracho y un árbol?
Pues que el árbol empieza en el suelo y termina en la copa, y el borracho empieza en la copa y termina en el suelo.
Estaban dos borrachines en la cantina, pero el local ya iba a cerrar, así que deciden ir a seguir la juerga a otra parte.
-Vamos a mi casa a seguir tomando,-dice uno.
-Mejor vamos a la mía, que está aquí cerca.
-Bueno, vámonos caminando, dice el otro, a ver a cuál de las dos llegamos primero.
Caminan haciendo eses un buen rato hasta que llegan a una vivienda.
-Mira, esta es mi casa,-asegura el primero.
-¡Ah, carajo! ¡También es la mía!
Sale la señora de la casa y les dice a ambos: ¡Muy bonito, padre e hijo borrachos!
Termino con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “Es inexistente el alcohólico que ingiere fuego”. (No hay borracho que coma lumbre).
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