¿Por qué se quiere reducir el presupuesto de la Conagua para 2024, si estamos viviendo una crisis hídrica, con sequías, inundaciones e infraestructura inadecuada? La mayoría de los legisladores no se molestarán en averiguarlo. Aprobarán una reducción mayor al 12% para el organismo del agua y, quizá, obtendrán un reconocimiento de sus jefes. Para ellos, lo importante es dar color: con Claudia, Xóchitl, Marcelo, Samuel, Omar, Clara o Santiago… lo demás es lo de menos.
En el 2024, el presupuesto de Conagua será 62,600 millones de pesos, frente a 71,600 millones en 2023. El monto es menor a los 120,000 millones que recomienda el Consejo Consultivo del Agua, un organismo que reúne a algunos de los mayores expertos del tema en México.
Los 62,600 millones parecen poco, pero se convierten en muy poco cuando le ponemos la lupa encima al presupuesto y vemos que para inversión serán sólo 35,000 millones de pesos. En infraestructura para riego, están previstos 20,024 millones: para agua potable y alcantarillado, 10,791 millones de pesos. En infraestructura de protección para la población, 3,936 millones y para rehabilitación de presas serían 591 millones de pesos.
La inversión se concentra en 13 estados, de acuerdo con el presupuesto que está en manos del legislativo. Para el resto, que son la mayoría, no habrá casi nada. Los “ganadores” son Sinaloa, que tendrá 7,326 millones; Nayarit y Sonora, con 5,000 millones, cada uno.
Los legisladores que tomarán esa decisión estarán en la Cámara de Diputados, en la Ciudad de México. Si no fuera tan complicada la logística, sería bueno que ellas y ellos se desplazaran a Chihuahua, donde hay 193,266 hectáreas siniestradas por la sequía. Más cerca del recinto, está Zacatecas, donde son 153,674 las hectáreas que fueron sembradas y no tendrán cosechas.
El campo vive momentos excepcionalmente duros por la falta de agua. Más de tres cuartas partes del territorio nacional están viviendo condiciones de sequía que van de moderadas a severas o extremas. Los que vivimos en ciudades no marcadas por la vida agrícola, nos enteramos de las sequías porque los precios de algunos alimentos están subiendo de manera que podemos calificar de dramática o agresiva. En el caso del frijol, los incrementos son cercanos al 20%; con el azúcar se habla de incrementos que superan el 40%. Para el maíz, los incrementos van del rango del 20 al 40%. En las alzas de precios, hay algo de especulación, pero la causa principal es la caída en la producción.
Dije caída. Sería más preciso hablar de desplome. Sinaloa es el mayor productor de maíz en México. En el ciclo de otoño-invierno produjo 5.2 millones de toneladas. Para el 2023, su producción quedará apenas encima de los 2 millones, una reducción de 60 por ciento.
En la producción de frijol, las hectáreas siniestradas en Zacatecas están pasando factura. Ese estado es el principal productor nacional y arrastra una problemática con las sequías que no empezó en el 2023. En 2021, la producción nacional fue casi 1.3 millones de toneladas. El año pasado bajó a 995,000 toneladas. Para 2023, el mejor escenario no llegaría a 700,000.
El problema de escasez de agua no es coyuntural y se agravará con el tiempo. México es el segundo país de América con más estrés hídrico, según el World Resources Institute. Sólo Chile está más complicado que nosotros.
¿Qué hacemos? Tenemos poco o nulo control de las lluvias. Los expertos dicen que el cambio climático traerá más eventos extremos como fuertes lluvias y sequías intensas. Lo excepcional será cosa de todos los años. Nuestra oportunidad, por no decir “única esperanza”, está en el desarrollo de una cultura del agua y en la construcción o reparación de la infraestructura.
En otros países, hay grandes planes para construir plantas desalinizadoras de agua de mar. Aquí no funciona el 85% de las plantas de tratamiento de aguas negras y 57% de las aguas se desperdician en el traslado. Los canales que salen de las presas no tienen el revestimiento adecuado y eso provoca que pierdan 50% del agua.
¿Qué harán los diputados? En sus manos tienen el presupuesto. Enfrente tienen la competencia política del 2024. Creo que todos sabemos en qué están pensando y dónde están sus prioridades. Aquí se puede trabajar en modo zombie y no pasa nada. ¿O sí?
lmgonzalez@eleconomista.com.mx
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