EDITORIAL
Mientras el Gobierno Federal construya decenas de mega campamentos para migrantes deportados, que trabajan en los cruceros, que apenas sacan para vivir un día a la vez y que ni siquiera sueñan con tener una vivienda digna para ellos y sus hijos.
Los otros mexicanos no merecen la atención de sus gobernantes.
Los migrantes, por otro lado, cuando sean deportados, serán recibidos con los brazos abiertos, hospedados en cómodos galerones, con sus tres comidas diarias, atención médica, cobijas calientes y una tarjeta de bienestar con dos mil pesos para sus primeros gastos.
Es bien sabido que la mayoría de los migrantes que logran cruzar a Estados Unidos, consiguen un buen trabajo, obtienen su residencia legal, se casas y forman una familia, son los principales enemigos del resto de los mexicanos.
Como ya viven en un país de primer mundo, dejan de sentirse atados a su patria, a sus costumbres y tradiciones, y suelen adoptar el estilo de vida norteamericano.
Quienes están en calidad de indocumentados aspiran a lo mismo y así, se va conformando un segmento de la población que no es de aquí ni de allá, como en la célebre película de La India María.
Por eso en las redes sociales se critica la recepción que pretende darse a los connacionales deportados, mientras que en las calles, las marías cargando a sus niños pequeños en la espalda apenas tienen un mendrugo para llevarse a la boca.
Son los mexicanos invisibles, los que no hacen bulto, los que no son mediáticos.
Son los otros mexicanos.
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