Por Pegaso
¡Que desaparezca el INE!
Un aparato obeso que nos quita a los mexicanos nada más y nada menos que 14 mil millones de pesos anuales, sin tomar en cuenta las prerrogativas a los partidos políticos y los sueldazos de los Consejeros.
Cada Consejero tiene una percepción bruta mensual de 262, 634 pesos, pero además, con dinero público se les paga los vehículos que utilizan, la gasolina, los viáticos, atención médica en hospitales de lujo, comidas en los mejores restaurantes, ayudantes y muchos otros beneficios que nos cuestan a todos.
Es cierto que urge una reforma electoral porque a lo largo de la historia del INE, desde que era la Comisión Federal Electoral y luego el Instituto Federal Electoral (IFE), acumuló demasiados vicios que permitían la manipulación de los votos.
Una de las formas más pintorescas en que el INE hacía trampa para que ganaran los candidatos que quería el Presidente en turno, era el “mapacheo”.
Había mil y una técnicas para hacer fraude electoral, como el “embarazo de urnas”, el “ratón loco”, la compra de votos (que todavía se sigue haciendo) y después se utilizaron algoritmos para sumar un porcentaje extra en el conteo de los sufragios, lo que dio lugar a aquella famosa frase de “voto por voto, casilla por casilla”.
En 1988, el ahora Director General de la Comisión Federal de Electricidad, que en aquel entonces era Secretario de Gobernación y manejaba la Comisión Federal Electoral, inauguró una nueva manera de hacer chanchullo: La caída del sistema.
En la elección presidencial de ese año, el sistema de cómputo electoral presentó problemas. Era Presidente de la República Miguel De la Madrid Hurtado y el candidato del PRI era nada más ni nada menos que Carlos Salinas de Gortari.
Por la oposición venían pisando fuerte Manuel J. Clouthier, del PAN y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, por el Frente Democrático Nacional (FDN), una coalición de centro izquierda.
Los mexicanos dieron el triunfo a Cárdenas, pero la caída del sistema favoreció, sospechosamente, al pelón pelonete de Carlos Salinas.
En octubre del año pasado compareció ante la Cámara de Diputados el Director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett y salió a relucir el tema de la caída del sistema.
Este, con toda la tranquilidad del mundo, cobijado ahora en el manto protector de la Cuarta Transformación, se atrevió a decir que la caída del sistema fue producto de un amasiato entre Carlos Salinas y el PAN.
“¡Cínico!”,- gritaron a coro los legisladores panistas.
Aquí, a nivel local, también se manifestaron muchas veces las actuaciones sospechosas del IFE/INE.
Empezando por lo que se llamaba el “voto corporativo”, es decir, que si pertenecías a un sindicato como la CTM, petroleros, maestros o si eras empleado municipal y estatal, tenías que votar por el candidato que se te indicaba, y te vigilaban para castigarte si no tachabas lo hacías.
El PAN acostumbraba establecer “casas amigas”, donde se armaban las tamalizas durante la jornada electoral, casi siempre cerca de alguna casilla, para entregar determinada cantidad de dinero a los encargados de acarrear y manipular a los electores.
Si algún día se deciden a hacer un libro mis apreciados amigos ex presidentes del 02 Consejo Distrital Electoral, Raúl Zárate y Federico Ochoa de lo que se vivía en el instituto electoral en aquellos tiempos, yo creo que llenarían una enciclopedia completa.
Por supuesto que la Reforma Electoral debe incluir medidas que desde siempre hemos pedido los mexicanos, como la desaparición de los diputados plurinominales.
Estos no tienen razón de ser. Nunca la han tenido. Son posiciones que se otorgan a los partidos políticos directamente y no están obligados a hacer campaña política. Pero como todo se contamina, finalmente eran los líderes nacionales, los dueños de esas franquicias disfrazadas de partidos, como el PT, Movimiento Ciudadano o Verde Ecologista, los que vendían y asignaban arbitrariamente dichas posiciones.
A final de cuenta, la iniciativa propuesta por el Pejidente para reformar al INE incluye la transformación del INE, que ahora se va a llamar Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC), eliminar los OPLES, es decir, los Consejos Electorales estatales, prescindir de los 200 diputados federales y 32 senadores plurinominales, disminución de diputados locales, recorte al presupuesto, el impulso al voto electrónico y al voto en el extranjero.
Eso sí lo apoyo, porque soy un Pegaso demócrata y no me gusta que se gasten mi lana en pagarles abultados sueldos a inútiles diputados y consejeros electorales.
Solo espero que no sea, como dice el dicho: “La misma felina, simplemente transmutada”.(La misma gata, nomás revolcada).
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