23 de noviembre de 2024

AL VUELO/ Por Pegaso 

Redes

A.L.G.D.G.A.D.U.

Tengo fe en mis ideales, esperanza en realizarlos, por amor a la Humanidad.

Ahora pergeñaré para mis dos o tres lectores un trazado de arquitectura relacionado con el uso político de las redes sociales.

Normalmente utilizadas para cosas tan vanas y superfluas como exhibir lo que estamos comiendo, compartir selfies y aportar opiniones bobas, las redes sociales también constituyen una valiosa, pero peligrosa arma política.

Hay casos de gobiernos derrocados gracias a la presión que la gente ejerce en ellas. Pero lo que nos interesa es lo que ocurre en nuestro amado y querido México.

Las redes sociales encumbran y envilecen. No hay medias tintas, porque las medias tintas se quedan en el anonimato, no tienen visitantes ni likes. Aquí, lo que jala, es el escándalo, la noticia bomba, lo estrambótico, lo raro, lo bizarro.

Si algún paparazzi sube a sus redes sociales una fotografía donde se le ven los calzones a la princesa de Inglaterra, casi de inmediato acumula millones de visitas.

No es un secreto que a las grandes y anodinas masas sólo les interesa saber los últimos chismes de la farándula.

De vez en cuando, surgen situaciones escabrosas que rápidamente se hacen virales, como la regada de tepache que dio la esposa del Dr. Américo Villarreal Anaya, precandidato de la coalición “Juntos Hacemos Historia” MORENA-PT-PVEM, doña María de la Luz Santiago, quien dijo, en respuesta a los ataques que estaba sufriendo su esposo por parte de periodistas enviados por el Gobernador: “Lo que Dios necesita es a menos gente como tú”.

Por eso, la Internet y las Redes Sociales son una bendición, pero también una maldición.

Ya lo dijo el filósofo italiano Humberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar, después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.

Hay quienes basan en un 100% su presencia en las redes sociales para conseguir fines políticos.

Ahí tenemos al actual Gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien debe su triunfo a su linda esposa, la youtuber Mariana Rodríguez, la cual, para lograr la gran cantidad de seguidores, tuvo que haber enseñado más que su bella cara.

Sin embargo, el celoso Samy le reclamaba a su consorte por subir fotos donde enseñaba mucha pierna. Fotos que, sin embargo, abonaron para que pudiera ganar las elecciones de su Estado y gozar de las mieles del poder.

Aquí, en Tamaulipas, el reynosense José Ramón Gómez Leal tiene gran presencia mediática, pero ni eso le ha servido para ganar la Presidencia Municipal.

Ahora, en las mismas redes sociales se empieza a rumorar que podría sustituir en la candidatura a Gobernador al actual precandidato, Américo Villarreal.

Sí. Las redes sociales son un instrumento valioso para dar golpes mediáticos y manipular a la opinión pública con noticias sesgadas o “fake news”, pero nada sustituye el trabajo de campo.

El clásico “suela, saliva y sudor” es una fórmula que ha funcionado y lo seguirá haciendo. Los candidatos a puestos de elección popular están obligados, aún con la pandemia, a tener contacto directo, no solo virtual, con el grueso de la población. Ir a la colonia o al ejido, echarle un rollo a la raza, caminar entre las calles llenas de charcos malolientes, cargar al chiquillo mocoso y besar de cachetito a las viejas fodongas, echarse un taquito de frijoles con chorizo y su chesco de botella.

Las redes sociales, en la campaña política que se avecina, serán vitales. Quienes no estén actualizados, perderán miles de votos.

Eso es cierto. Pero tampoco hay que dejar de lado la conexión con la realidad, que son el contacto directo con la gente y la difusión que aportan los medios de comunicación tradicionales.

Sin más por el momento, desde este Oriente de Reynosa, va el refrán estilo Pegaso: “¿A qué sitio te diriges, Vicente? A la ubicación geográfica hacia la cual se encamina la masa humana”. (¿A dónde vas, Vicente? A donde va la gente).