Por Pegaso
¿Qué es lo que hace un patrón cuando la chacha empieza a flojear y a adoptar ciertas mañas?
¡Pues simplemente, la despide! La pone de patitas en la calle.
¿Qué ocurre cuando un empleado de una fábrica se vuelve irresponsable y deja botado el trabajo a media jornada? Seguramente el jefe de personal hará un reporte para que lo liquiden y le digan adiós.
Eso fue precisamente de lo que se trató el ejercicio del día de ayer.
Nosotros, como patrones del Pejidente, tuvimos la oportunidad de decidir si ha hecho un buen papel en sus primeros tres años o si ha perdido nuestra confianza.
Y al parecer, una gran mayoría consideró darle una segunda oportunidad.
Algo que debe quedar muy claro es lo siguiente: El Pejidente, el Secretario de Hacienda, el Secretario de Relaciones Exteriores y el resto de los funcionarios federales, estatales y municipales, son nuestros gatos, nuestros sirvientes. Se les paga un sueldo que proviene de nuestros impuestos. Comen gracias a nosotros.
Ahora bien, las similitudes con los empleados comunes y corrientes terminan ahí.
En la práctica, ALMO vive en un palacio y es visto y tratado como un rey, con toda su corte.
Ya no maneja un modesto Tsurito, sino que se traslada en lujosos vehículos blindados, rodeado de guaruras, y es extremadamente difícil conseguir una cita con él para que escuche nuestras sugerencias, peticiones o consejos.
Para solicitar una audiencia, primero se tiene que dirigir uno con el gato del gato del gato del gato del gato (Nota de la Redacción: El autor menciona la palabra gato 87 veces; hemos sintetizado la frase para no aburrir al paciente lector) del ayudante del subsecretario C del Intendente de Palacio Nacional, mediante un documento notariado escrito sobre papel legal notariado con chorromil copias.
Cuando nuestra petición llegue con el secretario del secretario del secretario del secretario, (nuevamente, tuvimos que sintetizar, puesto que esta vez el autor repite 62 veces la palabra secretario) ya habrá terminado el sexenio.
¡Y eso que son nuestros servidores!¡Qué sería si de verdad fuera un rey, un jeque o un emperador!
En fin. El ejercicio de ayer demostró que la mayor parte de los que votaron no quieren que se vaya el Pejidente.
Ahora bien, no votó toda la chairiza. La mayoría de los que reciben beneficios del Gobierno Federal, prefirieron quedarse en casa echando hueva, que ir a respaldar con su voto la iniciativa pejidencial.
Que aunque no es vinculante, porque se necesitaba el 40% y no el 17% que se tuvo, por ley seguirá habiendo este tipo de consultas.
La próxima será en el 2028, a mitad del sexenio de Luis Donaldo Colosio Riojas, y entonces, los ciudadanos tendrán la oportunidad de decidir si este se va o se queda a terminar su mandato.
Por lo pronto, nos queda la moraleja de que no basta la figura mesiánica de ALMO para hacer salir a la gente a votar.
Ni los chairos, que se supone que siguen siendo la gran mayoría en el país, el 60%… no, menos, el 65%, ni los fifíes, que debieron haber salido en bola, aprovechando la indolencia de sus contrarios, acudieron a las urnas para hacer valer su opinión.
LO que ocurrió este domingo no vale. Aún si la mayoría de los votantes hubiera optado por la revocación de mandato, el Pejidente no se hubiera ido porque los resultados no alcanzaron el 40% y no son vinculatorios, entendiendo por vinculatorio que éstos carecen de validez legal.
Así pues, mis chairos y fifíes, dispongámonos a disfrutar por otros tres años más de las jocosas ocurrencias de nuestro representante popular, que en el primer trienio vendió un avión sin venderlo, hizo un aeropuerto al que las aerolíneas internacionales hacen el fuchi, avanzó en la construcción del tren maya que le partirá la maye a la selva, apapachó a los narcotraficantes y quitó las guarderías y medicamentos oncológicos a los chilpayates.
Viene el refrán estilo Pegaso: “¡Y aún resta lo bonancible!” (¡Y todavía falta lo bueno!)
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