Turismo
Hay gente que no lo quiere ver, porque no aprecia los maravillosos atractivos que Reynosa ofrece al turismo nacional e internacional: Sus blancas playas tachonadas de palmeras, sus paradisíacos rincones para los amantes de la naturaleza, sus altas montañas, sus brillantes y elevados rascacielos, sus impresionantes mega-resorts y las mil y una formas en que nos podemos divertir como enanos en esta bella y tranquila ciudad.
¿Dije Reynosa?
Bueno. Nuestro municipio no tendrá todo eso, pero es nuestro terruño y lo queremos como si lo hubiéramos parido.
Hay un cierto orgullo cuando alguien nos pregunta de dónde somos y decimos que de Reynosa.
Yo, aunque nací en el DF, me trajeron a los 7 años para acá y ya soy más bien regularizado. Pero tantos años conviviendo con la raza bronca ha dejado profunda huella en mi ser, así que lo mismo da si hubiera nacido chilango o calero.
Por eso me cae de la ringada que digan que Reynosa son solo balazos y narcos.
Es también una ciudad próspera y la más importante de Tamaulipas.
Pero pese a todo, su crecimiento es muy lento y está quedando atrás, muy atrás con respecto a otras ciudades de gran empuje como Monterrey, León, Puebla, Querétaro o Vallarta.
La diferencia que tiene Reynosa con esos lugares es que aquí no hay nada que atraiga al turismo.
Monterrey, por ejemplo, tiene montañas, paisajes naturales y una gran infraestructura comercial, industrial y hotelera; León cuenta con el encanto del centro, lo mismo que Puebla y Querétaro, en tanto que Vallarta tiene hermosas playas y es un emporio turístico de calidad mundial.
No creo que los visitantes nacionales o extranjeros se sientan atraídos por las calicheras de la Pedro J. Méndez, o por el Parque Cultural repleto de maleza y basura, o por La Playita o la Quinta Blazer.
Hubo en 1995 un proyecto que trajo el entonces desconocido Patricio Mora Domínguez. Durante su estancia en Los Ángeles y Las Vegas, pudo hacer buenas relaciones con el propietario de un modesto casino de apuestas.
A éste le vendió la idea de que en México podría haber la posibilidad de construir fastuosos resorts con grandes salones de juego tipo Las Vegas, pero fue una dura batalla en las Cámaras de Diputados y Senadores.
En un momento dado Mora pensó que podría autorizarse la apertura de ese tipo de instalaciones, y una de ellas se ubicaría precisamente en Reynosa para ser punta de lanza de un desarrollo turístico importante.
Más no fue así. Los senadores y diputados se fueron por el billete fácil y a final de cuentas autorizaron decenas de pequeños casinitos que se han convertido en despelucadero de viejitas ludópatas.
A veces me pongo a pensar qué hubiera pasado si Reynosa se hubiera convertido en Las Vegas del noreste de México.
Gracias a las inversiones que acompañan a este tipo de complejos, posiblemente en este momento tendríamos ya un crecimiento vertical importante, como ocurre en todas las ciudades que de verdad empiezan a progresar.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Observar para discernir”. (Ver para creer).
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